Hace dos meses, cuando el precio del arroz en Filipinas casi se duplicó hasta llegar a 90 centavos de dólar por kilogramo, Liza Valino decidió alimentar a su familia de 10 miembros con sustitutos más baratos, como bananas y batatas. Pero nadie quedó satisfecho.
"El arroz llena más el estómago. No importa si tenemos pescado o vegetales, si hay arroz nos sentimos más satisfechos", aseguró. Finalmente Valino, manicurista, optó por gastar más dinero en ese grano que en otros alimentos.
El arroz es parte fundamental de la dieta de los filipinos. El consumo diario llega a las 33.000 toneladas y se dedica a su compra, en promedio, 20 por ciento del presupuesto del hogar.
Además de ser la principal fuente de carbohidratos, crea lo que los antropólogos denominan "sensación psicológica de saciedad". Para la mayoría de los filipinos, ninguna comida está completa sin arroz.
La familia de Valino se encuentra entre las miles que se vieron forzadas a ajustar su consumo como consecuencia de la disparada de los precios.
[related_articles]
Una encuesta nacional realizada en julio por la consultora Pulso Asiático reveló que dos de cada tres hogares filipinos gastan menos o compran menor cantidad de alimentos. En uno de cada cuatro se habla de reducir su consumo de arroz.
El tercer trimestre del año es tradicionalmente una época de pobres cosechas. La demanda de arroz se ha convertido en un tema urgente y la escalada en los precios lo convierte en una cuestión políticamente explosiva. El gobierno de Filipinas intenta aliviar la situación, fundamentalmente recurriendo a costosas importaciones y medidas administrativas.
En los últimos dos meses, el gobierno de Gloria Macapagal-Arroyo compró en el exterior dos millones de toneladas de arroz. Al mismo tiempo, lo vende al público a un precio subsidiado de 55 centavos de dólar por kilogramo, tomó medidas contra los acaparadores y urgió a los restaurantes de comidas rápidas que ofrezcan medias porciones de arroz.
Pero esto, aparentemente, no ha calmado a una población frustrada. El índice de popularidad de Arroyo cayó en el segundo trimestre de este año a 21 por ciento, el más bajo para cualquier presidente filipino desde 1989.
Esta es sólo una de las preocupaciones de Macapagal-Arroyo. Filipinas es ahora el mayor importador mundial de arroz. En la última década ha comprado en el exterior entre un millón y dos millones de toneladas al año, alrededor de 10 por ciento del consumo doméstico total.
Pero el gobierno no puede depender continuamente de las importaciones para satisfacer una necesidad básica de la población. "¿Qué pasará si los países exportadores deciden dejar de vendernos? ¿Podemos obligarlos?", se preguntó Jessica Reyes Santos, coordinadora de la Red de Acción Rice Watch, integrada por agricultores e investigadores.
El mercado internacional de arroz es limitado: sólo se comercia siete por ciento de la producción. En las naciones exportadoras, como China, Tailandia y Vietnam, también consumen grandes cantidades de arroz y sus gobiernos no dudarán en limitar las ventas al exterior para proteger su mercado interno.
De hecho, este año Camboya, Egipto, India, Pakistán y Vietnam suspendieron sus ventas externas del producto, debido a que la escasez de la oferta ponía en riesgo su seguridad alimentaria.
Varias razones explican las restricciones en la oferta y el precio de 1.000 dólares por tonelada, el más alto en 20 años. Entre ellas se encuentran la utilización de arrozales para otros fines, malas condiciones climáticas que afectaron las cosechas, el alza del trigo, que llevó a muchos consumidores a volcarse al arroz y la creciente demanda de China e India.
El secretario de Agricultura de Filipinas, Arthur Yap, aseguró que el país alcanzará la autosuficiencia para 2010, una promesa formulada por sus antecesores pero jamás concretada, fundamentalmente por factores geográficos.
Filipinas es un archipiélago y sólo puede destinar cuatro millones de hectáreas al cultivo de arroz. Además se encuentra en una zona de tifones, lo que convierte a esa actividad en una empresa riesgosa. Tailandia y Vietnam gozan de ventajas comparativas: tienen más tierras cultivables, menores riesgos climáticos y el río Mekong les permite sostener sus arrozales.
El economista Will Martin, del Banco Mundial, señaló que "la introducción de mejoras tecnológicas en la producción pueden jugar un papel importante para reducir el problema de la escasez de arroz en Filipinas y parecen tener, en general, altos retornos que impulsan el crecimiento económico".
Otros expertos consideran que, si el gobierno no destina fondos para mejorar la irrigación y métodos científicos de cultivo, la autosuficiencia seguirá siendo una quimera.
Invertir en la infraestructura agrícola es vital. Trinidad Domingo, presidenta de la Coalición Nacional de Mujeres Campesinas, cree que el sistema de riego será una gran ayuda, ya que les permitirá cultivar incluso en la estación seca. Si sólo dependen de la lluvia, es imposible obtener más de una cosecha por año, advirtió.
"En lugar de gastar muchísimo dinero en importar arroz, el gobierno debería usarlo para apoyar a los agricultores filipinos", dijo Domingo. Según Rice Watch, el país comprará este año en el exterior 2,7 millones de toneladas, a un costo de 1.300 millones de dólares.
Aunque Filipinas cuenta con 3,1 millones de hectáreas irrigables, sólo se lo hace en 46 por ciento de esa superficie, según la Administración Nacional de Irrigación.
El economista Fermín Adriano, quien realizó varios estudios sobre el sector agrícola filipino, estima que el gobierno debe invertir al menos 884 millones de dólares por año para construir nueva infraestructura de irrigación y mantener la existente. Actualmente se destina a ese fin menos de la mitad de esa suma.
Dada la escasez de recursos, Cantos propone que el Ministerio de Agricultura evite invertir en grandes proyectos, como represas. "Puede reparar y rehabilitar las existentes o destinar fondos a sistemas de irrigación comunales de pequeña escala", afirmó.
El gobierno no puede dejar de lado sus esfuerzos para incrementar la producción de arroz, para alimentar a una población de más de 80 millones que crece a una tasa de 2,3 por ciento anual. "Debe hacerse cargo, porque el arroz es estratégico en la vida de la nación", dijo Adriano.
En este aspecto, agregó, debe invertir en infraestructura e investigación, para otorgar a los agricultores el respaldo que necesitan para continuar plantando arroz.